domingo, 30 de marzo de 2014

La historia de Därrick - Capítulo 4 - La bendición de la luz



Otro domingo más, llega un nuevo capítulo de la historia de Därrick. Han pasado dos años desde el último episodio, y por fin, nuestro joven paladín será bendecido por la eterna luz, pero ¿qué sigue atormentando sus pensamientos?, ¿qué le espera al joven muchacho?. Descubrirlo por vosotros mismos!

Capítulo 4 - La bendición de la luz

-¡Därrick!, vamos muchacho despierta, hoy es el día, hoy seguirás la senda de la luz, vamos paladín, llegamos tarde-

2 años habían pasado desde que el joven paladín Därrick había sufrido el sentimiento de todos aquellas aciagos acontecimientos. En todo ese tiempo, Därrick había profundizado en sus artes como paladín, mejorando día a día y alcanzado el nivel requerido para ser bendecido como un caballero de la Mano de Plata.

Hoy era ese día, ese día que todo paladín ansiaba desde el momento que había escogido el camino de la luz, pero para Därrick se estaba convirtiendo en toda una agonía, ya que después de una complicada noche, había despertado algo más tarde de lo requerido. El peto, la capa, la espada... objeto tras objeto, el muchacho se apresuraba para hallar todos los correspondientes bienes que le había solicitado el arzobispo Zalmus. Ya era la hora, apresurado, éste bajo corriendo las escaleras que conducían al salón de su acogedora taberna. Allí, Görog lo esperaba, con una enorme sonrisa que llegaba de un lado a otro de su robusto rostro.

-Vamos Därrick, es la hora de acudir a la catedral de la villa. Los demás paladines estarán esperando, y como debes saber, no es correcto hacer esperar al arzobispo en un día tan pronunciado como éste.

Sin mayor titubeo, el joven paladín puso rumbo a la capilla, que se hallaba unas calles más abajo, junto a su inseparable amigo Görog. El ambiente rebosaba luz, resplandor, alegría, la gente bailaba, las trompetas sonaban, pues era día de celebración. Muchos paladines habían alcanzando el nivel requerido que solicitaba la Mano de Plata y Därrick se encontraba entre ellos. Durante el trayecto, el joven muchacho retransmitía una sensación de tenue dolor, de amargura mezclada con la alegría que invadía su cuerpo debido al día que se proclamaba en los cielos.

-¿Ocurre algo muchacho?. ¿Son esas visiones, ese druida, esos sueños?

-Sí mi viejo amigo. No han cesado desde la primera vez, siguen atormentando mis pensamientos, mis emociones, mis dolores. Tengo miedo, miedo por el futuro. Una y otra vez, ese tenebroso caballero combatía por erradicar todos los buenos momentos de mis sueños, afligiendo contra mi ser y provocando terribles pesadillas.

-Därrick, por más que he buscado, no he logrado encontrar ningún escrito que describa al caballero de tus pensamientos. Mis conocimientos de la historia de Azeroth son profundos, pese a ello, nadie ni nada que yo haya visto o conocido ha tenido el perfil que has logrado describirme acerca de ese caballero. No debes preocuparte por un mero sueño, pero debes estar alerta, algo perturba la calma de este mundo.

Con esas palabras incrustadas en lo más profundo de su cabeza, Därrick se acercaba a la capilla donde por fin escogería el camino final de la luz. La resplandeciente capilla, pese a su tamaño más bien pequeño, presentaba un aspecto hermoso digno del día. La piedra blanca emanaba luz, alegría, acompañando a las trompetas que resonaban por todo el lugar. Allí estaban todos, Därrick apenas conseguía distinguir a muchos de ellos, pero la felicidad y al luz era común en todos los presentes.

Uno a uno, todos los paladines entraban a la capilla triunfales y sonrientes. El arzobispo les esperaba en la parte más resplandeciente del lugar. Därrick iba en última posición, se había quedado embobado observando la majestuosidad de la situación.

-Hermanos, estamos aquí reunidos para guiar a estos nuevos sirvientes de la luz al total camino de la iluminación- Mencionó el arzobispo Zalmus con un tono respetuoso.

-Hoy, todo estos caballeros pertenecerán a la Orden de la Mano de Plata, jurando luchar por la luz y bendiciendo sus almas a la pureza-

-Que por la gracia de la luz podáis sanar a vuestros hermanos-

Zalmus se giró a en la dirección donde se hallaban algunos de los miembros de la Mano de Plata.

-Sea así, los caballeros de la Mano de Plata bendecimos a estos valientes paladines-

Dicho esto, el arzobispo tocó con su vara, de aspecto más bien dorada, a cada uno de los paladines presentes, iluminando la resplandeciente armadura de cada uno de los presentes arrodillados.

La gente rodeaba a los recién llegados a la Mano de Plata. Todos los lugareños, además de los caballeros, arrinconaban a los nuevos miembros de la orden apretando sus manos y lanzando esbozos de felicidad. Entre tanto alboroto, Därrick se distanció para abrazar a su querido amigo Görog.

-Que alegría muchacho, por fin, después de tantos años, de tanta insistencia...-

Las lágrimas del enano eran inevitables. Cada gota recorría sus ropajes demostrando el cariño y el afecto que le tenía al paladín.

-Por fin mi viejo amigo, después de todo, seré un caballero de la Mano de Plata.

Arthur el Leal no había faltado a la cita. El mentor de Därrick durante muchos años quería felicitar a su aprendiz. Con una sonrisa de oreja a oreja, el maestro paladín abrazo a éste demostrándole su afecto.

-Bendito seas joven muchacho, por fin eres un caballero de la Mano de Plata- afirmó Arthur con un tono, más que evidente, de alegría.

-Es un honor haberme convertido en un siervo de la luz después de haber aprendido todas sus enseñanzas maestro-

-Därrick, debes de saber que tu camino dependerá de ti mismo a partir de hora. No temas a la muerte, lucha por tus compañeros y proclama la luz siempre que te sea necesaria. Por mi parte, debo acudir a Ventormenta, asuntos me reclaman por la gran ciudad. Nos volveremos a ver joven paladín.

Dicho esto, Arthur dio una palmada al muchacho y se perdió entre la cálida multitud.

Después de unas breves charlas con algunos de los paladines presentes y recién admitidos a la orden, el joven muchacho, extenuado por el ajetreo del día, puso rumbo a su cálida taberna.

Därrick estaba agotado, el día había sido triunfal para él, pero las botas de placas plateadas le pesaban más de lo previsto. Debido a ello, el joven paladín se reclinó sobre la cama apoyando su agotado cuerpo sobre ésta. El tiempo había cambiado, como si el dorado sol del día no hubiera sido más que un presagio de una tempestad que estaba apunto de asolar las tierras de Lordaeron.

-Soy yo, estoy solo en un páramo que desconocen mis sentidos, ¿por qué?-

-No puedo soportar este frío, este dolor invade cada parte de mi ser, mancillando mis sentidos, ¿dónde estoy?

Därrick se levantó de la cama, aletargado y espantado por el sueño. Otra vez se repetían esas horribles pesadillas. El joven paladín reposó su cuerpo sobre sí mismo, levantándose de la cama. La mañana estaba apagada, unas nubes oscuras como la roca negra se imponían en el cielo. Därrick se apresuró a abrir la ventaba de sus aposentos, necesitaba sentir el aire fresco en su pálido rostro.

De pronto, marcó la mirada en un papel que se hallaba encima de la mesa que se encontraba a unos pasos de él. Éste se apresuró a mirar lo que contenía su interior. El pergamino presentaba un aspecto más bien deteriorado, y en la esquina superior derecha estaba estampado el sello de la Mano de Plata incandescente y de color rojo intenso.

Se solicitan las artes de todos los paladines disponibles para acudir a las tierras de Alterac. Un mal está asolando aquellos parajes, y nuestro deber como paladines es defender al pueblo.

Por la luz.

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Puedes ver los anteriores capítulos de esta historia por aquí!

¿Quieres saber más acerca de la historia narrada?, entonces no dudes en acudir a AreaJugones y conocer la vida de Nalia, una atractiva pícara cuyos acontecimientos serán narrados en una vida paralela a la de Därrick.

¡El próximo domingo espera un nuevo capítulo, estar atentos!



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