domingo, 9 de marzo de 2014

La historia de Därrick - Capítulo 1 - Presagios oscuros



El primer capítulo de la historia de Därrick ya está entre nosotros. Esta nueva sección promete reavivar el blog, cada domingo, con una trama basada en el popular universo de Warcraft. Aquí tendréis la oportunidad de conocer a Därrick, un noble paladín cuyos acontecimientos le conducirán a revivir algunos de los hechos más importantes de la historia de Warcraft desde una perspectiva completamente distinta, y de paso, conocer algunos de los personajes más emblemáticos de la historia de Warcraft. ¿Preparados para la aventura?

La historia de Därrick - Capítulo 1 - Presagios oscuros 

Miedo, hambre, tristeza, nostalgia..., muchas cosas se le pasaban por la mente, ahora destrozada por los acontecimientos vistos en las últimas horas, a Därrick el Iluminado. El clima estremecía su cuerpo, la sangre bullía de su profunda herida, tenía ante él algo que había considerado muy importante a lo largo de la etapa más destacada de su vida, y ahora, no significaba más que su inminente fin, pues un arma le rozaba el cuello, y estaba lista para degollárselo y acabar con su tormento.

-¡Därrick!- gritó Arthur el Leal.

El muchacho se encontraba muerto de cansancio en el césped. Estaba en su horario de entrenamiento habitual como paladín, a manos del instructor Arthur, y éste no le dejaba ni un minuto de respiro. Una y otra vez, obligaba al joven muchacho de 17 años a blandir su espada y a realizar las tareas indicadas, pero Därrick, pese a que lo hacía notablemente, no llegaba a contentar a su maestro.

-Muchacho, llevas semanas sin mejorar y apenas prestas atención a las clases, ¿que preocupación ronda tu mente?- Dijo Arthur mientras alegaba un suspiro de preocupación

-Mi señor, mis preocupaciones son tus preocupaciones, cualquier problema que sintiera lo compartiría con vos- Asintió Därrick

-Joven paladín, te conozco desde hace más de una década, y sé perfectamente que cuando tus ojos verdes muestran esa mirada de preocupación, algo perturbador ronda tu mente- añadió Arthur a sabiendas de que algo le ocurría al joven paladín

-Seré sincero con usted mi señor. Ayer por la noche, mientras dormía en mis aposentos, tuve un sueño. Un joven muchacho nacía, una larga melena dorada le crecía a su temprana edad de los 12 años, resplandecía luz, esperanza por donde pasaba, pero de pronto, todo se tornaba gris y oscuro, no había más que muerte y desolación. Lo peor de la situación llegaba cuando yo mismo me daba cuenta de que me encontraba en medio del caos y no podía hacer nada para impedir aquella desgracia-

Arthur lo observó, se quedó parado, y alzó su mano para colocarla en el hombro de su aprendiz al mismo tiempo que mencionó:

-Därrick, los sueños no son más que meros pensamientos que vemos cuando todas las luces se disipan. Debes aprender a que éstos no mancillen tu ser, pues no son más que eso, sueños. De todas formas, puede que estemos excediendo el entrenamiento, ya basta por hoy, puedes ir a descansar.- Dicho esto, Arthur dio una palmada en la espalda al joven paladín y se retiró campo arriba en su espléndido corcel.

Därrick estaba agotado, y lo único que se le pasaba por la cabeza era llegar a su hogar lo antes posible y disfrutar de una buena jarra de hidromiel en su Taberna. El camino pedregoso y mancillado por las pisadas de viejos corceles se estaba haciendo demasiado largo. Su villa se hallaba a unas cuantas millas de su particular recinto de entrenamiento, y debido a la impaciencia del joven muchacho, éste atizaba a su pequeño corcel para poder llegar lo más rápido posible. El trayecto iba nublando los pensamientos de Därrick como las nubes oscuras en una cálida tarde de verano. A causa del cansancio provocado por el intenso entrenamiento, el paladín no dudó en acercarse el lago que se hallaba a unos metros del deteriorado camino.

Las imágenes son representativas

Därrick zambulló sus castigadas manos en el agua cristalina que inundaba el lago. Ésta estaba helada como el frío invierno, pero aún así, el muchacho no dudó en introducir su cabeza. La sensación de frescor apabullaba todos sus sentidos, otorgándole un segundo de respiro que no había sentido en todo el día. De pronto, en un simple aullido del viento, Därrick divisó un ente que se posicionaba expectante entre el lago y el bosque que limitaba aquel lugar. Sin mayor reclamo, el joven paladín no dudó en coger las escasas fuerzas que le quedaban y acercarse al enigma que se le había presentado sin mayor aviso.

Conforme más se acercaba, o eso pensaba el joven paladín, más tenía la sensación de que aquel ente se alejaba. Aceleraba su paso sin darse cuenta del camino que estaba recorriendo. El pedregoso recorrido se nublaba, tornándose oscuro y mancillado. Sin apenas prestar atención a esto, Därrick se encontraba en una arbolada profunda y oscura. Estaba perdido, y lo que más atormentaba al joven paladín, había perdido de vista al ente que había estado persiguiendo sin cesar.

Las imágenes son representativas

No sabía que camino tomar, comenzaba a oscurecer y la luz era tenue, los grandes árboles apagaban la escasa iluminación que lograba penetrar por aquellas extensas ramas, como si de viejos árboles se tratase, pero para sorpresa, el joven consiguió divisar al ente de nuevo. Apresurado, el paladín corrió detrás de él hasta llegar a un bebedero de agua viejo y resquebrajado por el paso del tiempo. Sin mayor dilación, el ente desapareció completamente sumergiéndose en dicho bebedero. Därrick estaba exhausto por los acontecimiento, la extraña figura se había esfumado en el aire como los polvos de un mago en medio de un encantamiento. Con el corazón aún encogido por la situación que acaba de presenciar, Därrick se apresuró a observar que había en el interior de aquel extraño monumento que se posaba delante suya. El temor y la expectación invadían cada parte de su ser.

El muchacho observó en el centro de aquella agua cristalina y pura. En ella, reconoció un rostro de un joven, y en ese preciso instante, ese rostro se torno pálido y putrefacto, provocándole un estremecedor grito de terror, seguido de una inevitable caída que lo precipitó contra el húmedo césped que se depositaba bajo sus pies.

La luna amenazaba en el cielo, el joven paladín se encontraba ahora sentado en la roca húmeda que se hallaba en aquel oscuro lugar. No tenía palabras para explicar aquellos sucesos, había observado al joven de su sueño en el bebedero, pero esta vez no era una de sus pesadillas, si no algo real, algo que cualquier ser viviente tendría la posibilidad de sentir en sus carnes. Con todos los sucesos ocurridos y abordándoles su mente una y otra vez, Därrick se levantó y puso rumbo en busca del camino de vuelta. Anduvo durante un rato. Conforme daba vueltas sobre el lugar donde se hallaba perdido, él mismo se daba cuenta ahora de que todo estaba rodeado de telas de araña que presentaban un aspecto más bien fresco, como si hubieran sido tejidas recientemente. El joven paladín, consciente de donde se hallaba, sabía que todo lo ocurrido había abordado su mente empujándolo por una senda repleta de peligros. Sin previo aviso, el muchacho escuchó detrás suya unas pisadas. Därrick se estremeció, su piernas se agarrotaron y su saliva se entrecortó como la espada cuando golpea el aire. El joven paladín giró sobre sí mismo. Su peores temores y conjeturas se tornaron realidad cuando clavó la mirada sobre las 2 arañas tejedoras que se plantaban delante de su vista. Aletargado, el joven paladín blandió su espada y se mantuvo cauto, a la espera de que aquellos arácnidos realizaran algún movimiento que él pudiera emplear a su favor.


La primera araña, sin mayor aviso, se abalanzó sobre él, pero el muchacho, rápido, consiguió esquivarla e introducirle la espada para así acabar con ella. El otro ser, que había observado la situación con detenimiento, lanzó una tela que logró tirar por los suelos su espada, arrastrándola unos metros sobre la mala hierva que crecía en aquel lugar. Därrick era consciente de la situación tan complicada que se le había propuesto. Asustado y agotado, corrió rápidamente a recuperar su arma, pero el arácnido, haciendo uso de sus cualidades, interceptó al paladín cortando su apresurado paso y derribándolo contra el suelo. La tejedora se encontraba en una situación muy favorable. Había posado sus peludas y enormes patas sobre el muchacho, y sus colmillos, desgastados como el martillo de un curtido herrero, estaban preparados para acabar con el joven paladín.

El temor abordaba a Därrick, apoderándose de cada parte de su ser y estremeciendo todos sus sentidos. Pero la luz apareció, como los primeros rayos de sol que se entreven en una mañana. La magia del joven paladín lanzó un fuerte haz de iluminación que atravesó al arácnido terminando con su mancillada vida.

Därrick estaba exhausto, agotado y sorprendido por las artes empleadas en el combate. ¿Cómo había realizado aquel haz de luz en medio de la batalla si apenas había practicado esa magia?. A sabiendas de que todo lo ocurrido no había hecho más que llamar la atención del resto de criaturas peligrosas del lugar, el joven paladín se apresuró a escapar de la profunda arbolada. Pisadas constantes se aproximaban al muchacho como la muerte persigue a un hombre de avanzada edad. El temor aumentaba con cada paso en falso que daba, estremeciendo su cuerpo, sabiendo que cualquier pelea lo pondría en una situación de muerte debido a las escasas fuerzas con las que contaban en aquel momento.

Por suerte, un pequeño hueco reflejaba la escasa luz que mostraba la luna aquella noche. Sin mayor temor, el paladín se apresuró a aquel lugar posando la salida sobre su mente. Allí estaba, la escapatoria de ese espantoso lugar y su esplendido corcel lo estaban esperando. Rápidamente, Därrick se subió a él, le atizó bien fuerte y puso rumbo a la villa. Durante unos segundos echó la mirada atrás, observando el bosque que disminuía conforme se alejaba de ese lugar. Lo único que tenía en mente en ese instante era no volver a introducirse en esa tenebrosa arbolada, al menos hasta que no perfeccionara sus artes como paladín.

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¡El próximo domingo espera un nuevo capítulo, estar atentos!


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