domingo, 16 de marzo de 2014

La historia de Därrick - Capítulo 2 - Susurros en la lluvia




Otro sábado más llega la historia de Därrick, justo desde el punto donde la dejamos la pasada semana. Disfrutarla!!!

La historia de Därrick - Capítulo 2 - Susurros en la lluvia

La lluvia se deslizaba por la armadura de Därrick, el camino estaba húmedo y hediondo, y el cansancio hacía mella en él, pero por suerte, el joven paladín lograba divisar su villa entre la violenta lluvia que esa noche atormentaba las tierras de Lordaeron. Impaciente, comenzó a golpear al caballo para que éste se apresurara.

Estaba en su hogar, Därrick había llegado por fin a su villa, ahora desierta por culpa del temporal que inundaba las calles. La pequeña aldea se caracterizaba por tener un ambiente muy concurrido. Sus edificios estaban desquebrajados por el paso del tiempo, y por la falta de dedicación en ellos, pero de todas formas, lucía como una villa muy agradable y acogedora. El muchacho bajó de su fiel corcel, pues sabía que éste estaba demasiado agotado como para soportar más peso, era un joven caballo, y aún le faltaban años para curtirse. La mente de Därrick se apagaba como una vela apunto de agotarse, estaba atormentado y exhausto por todo los acontecimientos acaecidos en las últimas horas, y sus robustas piernas comenzaban a flaquear.

La lluvia intensa se proclamaba en aquel lugar como una ventisca en invierno. El camino estaba mancillado por viejas pisadas, y debido a la intensa cortina de agua creada por el temporal, apenas se podían visualizar siluetas a más de 3 metros de distancia. Sin previo aviso, el joven muchacho logró avistar su taberna. Un destacado caserón enorme completamente de madera y similar al resto de hogares que allí se hallaban se posaba delante suya. Por fin, después de todo lo ocurrido, el joven paladín se encontraba en su hogar.

-¡Därrick!, por fin has vuelto, estaba preocupado- Dijo Gorog el enano con una mirada de incertidumbre.

Gorog, el enano cervecero, es una de las personas en las que más ha confiado Därrick a lo largo de los años, eran fieles amigos y su inseparable amistad los había unido por los fuertes lazos del destino.

-Gorog, disculpa la tardanza, pero he tenido unos cuantos percances por el camino- Dijo Därrick con tono agotador.

Gorog soltó su particular sonrisa y consiguió gesticular unas palabras que al paladín le sonaron benditas.

-No hay nada que no se arregle con una buena jarra de hidromiel y algo que llevarse al estómago, vamos siéntate cerca del fuego, debes de estar helado- pronunció el enano con un tono de amabilidad muy agradable.

La taberna estaba llena, como de costumbre. Caballeros, guerreros, agricultores...todos se sentaban en las bastas mesas de roble que llenaban la sala. La arquitectura era, sobre todo, acogedora. La madera estaba presente en cada rincón, cabezas de animales, baratijas de un metal de valor discutible, junto a cuadros de castillos y montañas lejanas, completaban la decoración.

Därrick estaba agotado, y haciendo caso de las palabras de su viejo amigo, se fue decidido hacía la estufa que iluminaba gran parte de la sala. El fuego alumbraba el rostro del muchacho como el primer rallo de luz en una mañana de verano. Los sucesos se repetían con constancia en la cabeza del paladín. Una y otra vez agonizando el poco esfuerzo que ahora empleaba en intentar olvidar todo lo ocurrido, pero era imposible para él. Sin previo aviso, el viento murmuró una palabra.

-Därrick...-

Seguido de ésto, una fuerte bocanada de aire abrió la puerta de la taberna junto con un precipitado golpe. Todos los hombres de la sala miraron en esa dirección, y no era para menos, una figura poco común por aquel lugar acababa de hacer acto de presencia en la taberna. Enmudecidos, todos observaban aquello que se movilizaba por la sala con un tono de incertidumbre insultante. Un hombre de avanzada edad y con unas telas un tanto resquebrajadas y mancilladas por el paso del tiempo, avanzaba hacía una mesa ubicada en una de las esquinas de la taberna. Därrick no cesaba de mirarlo, estaba intrigado, su mente no creía lo vivido. Gorog, que había estado metido en la cocina preparando algo para Därrick y el resto de hombres durante los sucesos ocurridos anteriormente, hizo acto de presencia en el comedor. La mirada de sorpresa era innegable en el rostro del enano. Sus ojos se clavaron en aquella figura de pose extraña.

Como era común en Gorog, no iba a dejar su cordialidad de lado. Se acercó titubeante al extraño hombre y, con un todo un tanto tímido, mencionó:

-Anciano, ¿necesita algo?-

La extraña figura lo observó detenidamente y a continuación hizo un gesto con la mano derecha mientras le murmuraba algo que sólo Gorog logró escuchar. Pasaron las horas, el ambiente ahora en la taberna estaba viciado, los hombres se habían olvidado de la presencia de aquella extraña figura pasado un rato. Éstos ahora bebían, reían, y algunos gritaban y discutían, pero Därrick no, seguía nervioso, tenso, observando al extraño hombre de vez en cuando. Éste no le devolvía la mirada, simplemente observaba un libro que había sacado al poco de que Gorog le hubiera llevado su pedido.

El joven paladín, inquieto por la situación, decidió salir a recorrer los alrededores, necesitaba aire fresco en el rostro. La luna amenazaba en el cielo, el frío rompía en cada parte descubierta de Därrick, y la lluvia era más intensa que antes. El muchacho, decidido a alejarse de su taberna durante un largo rato, se encamino a los alrededores de su villa. Los pensamientos seguían invadiendo la mente del paladín. Estaba confuso, perdido, se preguntaba una y otra vez porqué todo aquello le estaba ocurriendo así, de esa forma, sólo tenía claro que aquel sueño había sido el desencadenante de unas situaciones extrañas y poco comunes. Därrick andaba sin un camino predefinido, recorriendo un sendero que apenas se entreveía a causa de la fuerte lluvia. De pronto, volvió a escuchar un susurro en el aire que estremeció su corazón.

 - Därrick...-

Otra vez, era aquella voz, era el mismo susurro que había abordado su mente cuando había hecho acto de presencia esa extraña figura en la taberna. El joven paladín, aletargado por las palabras que rebotaban en su cabeza, no se había dado cuenta de que su presencia había llamado la atención de un bandido. Éste lo observó, ocultando su figura entre los árboles y la lluvia que irrumpían en aquel lugar. Un momento de descuido del paladín le bastó al bandido para abordarlo por detrás. La empuñadura de su daga golpeó la cabeza de forma violenta al paladín, empujándolo contra el mojado suelo. El bandido se hallaba en una situación muy favorable, pues tenía una daga depositada en el cuello de su víctima. Därrick estaba asustado y exhausto por el golpe recibido, no sabía como reaccionar, estaba completamente desarmado y vencido. Con tono amenazante y de evidente locura, el bandido le susurró al oído:

-No grites, pues te rebanaré el cuello sin dudarlo. Ahora dame todo lo que lleves y nadie sabrá de esto-

El joven paladín no sabía como reaccionar, no sabía como actuar, no llevaba ningún objeto de valor ni tampoco ningún arma, pues había dejado todo a cargo de Gorog cuando había llegado a la taberna. El bandido comenzó a impacientarse, la lluvia era muy intensa y apenas se veía a escasos metros de distancia.

-Vamos, apresúrate, te he visto llegar a la villa en ese esplendido corcel. Tus ropas son dignas de alguien adinerado, debes de llevar un buen saco de oro, te exijo que me lo des-

El bandido habló ahora mucho más violento, estaba tenso, pues sabía que las patrullas de los guardias podían rondar esa zona. En ese mismo instante, pudo escuchar entre el implacable goteo de la lluvia, el aullido de un lobo. ¿Lobos? imposible, nunca solían acercarse a las proximidades del pueblo. Unas siluetas negras se apresuraban hacia ellos a toda velocidad, las dos primeras más adelantadas mientras una tercera se acercaba al trote deteniéndose a unos pasos de distancia observando la escena al tiempo que las otras dos se abalanzaban sobre el bandido.

Éste, completamente vencido, fue devorado, descuartizado y mutilado por aquellas criaturas. Una de ellas, que no se había precipitado sobre el ladrón, observó a Därrick. El muchacho sabía la situación tan espantosa que le esperaba, sólo era cuestión de tiempo que aquellas criaturas terminaran con el festín que tenían en sus afilados dientes para continuar la cena con él. Estaba completamente atemorizado, sabía que era su inminente fin, pero de pronto, los tres lobos se alejaron entre la capa de lluvia que rociaba la noche. El joven paladín se levantó, no daba crédito a lo que acababa de ver, tres lobos habían acudido en su rescate. Sin mayor dilación, y aún con el temor en el cuerpo, puso rumbo a su taberna lo más rápido que le permitieron sus piernas.

Había vuelto a su hogar, y no pensaba salir de él hasta la mañana siguiente, estaba exhausto por los acontecimientos acaecidos. Se paseó por el comedor, ahora vacío dado la tardía hora que era. Gorog lo observó con una mirada de alarmante preocupación, pero esta vez no salió ninguna palabra de sus robustos labios. Därrick subió las escaleras que conducían a sus aposentos lentamente, se plantó delante de la puerta de éstos, extendió su brazo, y la abrió. El joven muchacho no daba crédito a lo que observaba, era la extraña figura que había hecho acto de presencia horas más tarde en la taberna. Ahora se depositaba en su cama, con una postura de misterio y con un aire de incertidumbre insoportable. Ésta, colocó su resquebrajado bastón sobre el suelo, se quitó la capucha y dijo con un tono envolvente:

-Joven paladín, te estaba esperando, sé que ibas a volver, sé de tus temores, de tus preocupaciones, de tus miedos, acércate-

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¡El próximo domingo espera un nuevo capítulo, estar atentos!



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